Una historia sobre el ARI
En el Judaísmo, las historias y narraciones han ocupado siempre un lugar destacado. Haciendo honor a su nombre, la Torah sembró la simiente. En el Talmud y en la Midrash se recogen cuentos y parábolas contados por rabinos o sobre ellos. Con el Hassidismo, el contar historias se convirtió en uno de los pilares de la vida religiosa. Martin Buber nos dejó el regalo de sus Historias hasídicas y Elie Wiesel su bella obra Contra la melancolía. Este último título alude a uno de los más altos valores de las leyendas: el terapéutico, el alivio que, como una medicina, brindan al alma cansada o entristecida, tal vez decepcionada, para devolverle al cabo la alegría. Rabí Nachman de Breslav enseñaba: "la alegría no es algo meramente incidental en tu búsqueda espiritual. Es vital para ella[2]". Este es el "secreto", si existe alguno, del proverbial humorismo judío, que abarca desde los cuentos que resaltan el lado cómico, incluso ridículo, de cuestiones muy serias (¿no forman lo cómico y lo ridículo parte indisoluble de la vida humana?), hasta los tradicionales narradores de chistes.
Existe una "teología del contar historias", por cuanto--dice con razón Y. Buxbaum--, al igual que el Kotel de Jerusalem no es sólo un muro de piedras, tampoco las historias de la Biblia o las que giran en torno a los zadikim o bienaventurados son sólo "historias", para el entretenimiento, en el sentido banal del término[3]. No sólo importan por lo que dicen, sino también por lo que sugieren, del mismo modo como lo Divino habla en las Escrituras y a la vez sugiere constantemente, en cada fenómeno y en cada hecho de la vida. El propio soñar, tan importante en la Biblia, es un contar historias[4], terribles, enigmáticas, ridículas, conmovedoras, completas o truncadas por el despertar u otros factores. En el Talmud, el tratado llamado Berakoth contiene numerosas interpretaciones de sueños. Pocos años antes del nacimiento del ARI, se publicó otro libro de sueños, el Pitron Chalomot (1515), de rabí Salomón Almoli, que alcanzó gran fama y fue reimpresa varias veces durante los siglos siguientes.
Al igual que se busca el oculto significado del sueño hasta pensarse en una "teología del sueño", las historias y leyendas permiten adentrarse en lo más recóndito del laberinto mental de la humanidad, hasta encontrar resortes, conocimientos, revelaciones, deudas y culpas contenidas en su historia y que afectan su esencia y su ulterior devenir. Tampoco es un secreto que Sigmund Freud encontró en estas tradiciones la inspiración de su teoría sobre la interpretación de los sueños[5]. Y podríamos aun preguntarnos: ¿no es todo el tikkun de la humanidad--y de cada hombre--una historia comenzada por el Creador, y por Su propia voluntad, contada "a dos voces" entre Dios y el ser creado "a su imagen y semejanza"[6]?
Divulgar las leyendas que expresan lo más valioso del tesoro espiritual de un pueblo equivale también a abrir su alma, a mostrarla sin temor para que sea conocida. Pues en este sentido se espera que el conocimiento entrañe también comprensión, aceptación, amistad y solidaridad. Con tal propósito elaboró el rabino y escritor Chajim Bloch una de sus muchas compilaciones de cuentos: Leyendas cabalísticas, sobre la vida de rabí Isaac Luria (el ARI), de la cual presentamos aquí una pequeña muestra.
El zorro y el león
Desde el día en que el ARI llegó a Safed, sacaba noche tras noche al alma de Chajim Vital de su envoltura carnal y hablaba con ella: "Rabí Chajim--le decía--, ¿por qué no vienes a recibir la Torah de mi boca? Vine al mundo sólo para enseñarte la Torah". Pero rabí Chajim dirigía en aquel tiempo la escuela de Kabbalah de Damasco. Una mañana, rabí Chajim se levantó de su lecho y contó a sus discípulos: - En Safed vive un sabio alemán. Esta noche sacó mi alma del cuerpo y me dijo que debía ir con él y recibir sus lecciones sobre la Torah--decía sobre el ARI casi con desdén, pues se tenía a sí mismo por el mayor sabio y el más versado en los tortuosos senderos de la Kabbakah. También había escrito varios libros sobre el Zohar. Un día, cuando rabí Chajim estaba sentado ante sus discípulos y les exponía los misterios, le resultó incomprensible un pasaje del libro Zohar y no pudo interpretarlo. Largo rato meditó en vano sobre su sentido. Al segundo día no supo responder sobre otro pasaje, y lo mismo ocurrió al tercer día y al cuarto. Entonces dijo a sus discípulos: - Sabed que tengo deseos de ir a Safed a conocer al "alemán". Allí viajó. En cuanto llegó se presentó ante el ARI, quien se alegró muchísimo y le dispensó grandes honores. Rabí Chajim le expuso el primer pasaje difícil, y el ARI le dio la interpretación. Le expuso el segundo, y también lo interpretó, y ante los ojos de rabí Chajim Vital se abrieron las puertas de la luz. Llegó así el tercero. - ¡Hasta aquí!--dijo el ARI--Has llegado al límite. Aún no te está permitido penetrar más profundamente. Ahí quedó rabí Chajim, paralizado ante el ARI como el zorro ante el león. Entonces el ARI despidió a su huésped. Rabí Chajim se fue a su alojamiento con gran desilusión y se vistió de saco. El día entero ayunó, lloró y rogó a Dios que pusiera en el corazón del ARI el deseo de aceptarlo como discípulo. Por la mañana fue a donde el ARI e imploró con voz llorosa: - ¡Acéptame como tu discípulo, si has venido realmente a este mundo para enseñarme la Torah! Entonces dijo el ARI: - Tres largos meses esperé con ardiente deseo que vinieras a mí. No viniste y me causaste un gran dolor. De la fuente brota cada vez más agua fresca y no hay allí vasija para recogerla. Por eso no debería aceptarte entre mis discípulos, a causa de tu dureza de corazón. Pero tu arrepentimiento de ayer ha cambiado las cosas, de modo que te abriré todas las puertas y te haré ver en todo su esplendor la luz de la Kabbalah. Entonces rabí Chajim cayó al suelo y clamó: - ¡Loado sea el Rey del universo! A partir de ese día, rabí Chajim se sentó ante el ARI como un joven discípulo y escuchó sus lecciones. Pero su mente estaba débil y sin fuerzas, y olvidaba enseguida todo lo que había recibido. Ese era el castigo por el dolor causado al ARI con su negativa durante tres largos meses. Rabí Chajim lloraba continuamente ante el maestro para que lo ayudara. Un día, el ARI condujo a sus discípulos hacia Tiberias. Allí hizo a rabí Chajim beber en el pozo de Myriam. Desde entonces no olvidó nada más. También adquirió la sabiduría para leer en los rostros de los hombres su pasado y futuro, su fortuna y adversidad, su delito y su buena obra como en un libro abierto.