El relato del pecado original: ¿libre albedrío o tentación?

Dr. Adolfo Roitman Fuente Semana Israel


El paraíso, según el pintor holandés Hieronymus Bosch (1450-1516)


La historia del pecado original (Génesis 3) es sin lugar a dudas uno de los mitos fundacionales de la cultura occidental. El relato bíblico, al igual que narraciones semejantes en otras culturas, trata un tema mítico perenne: ``la pérdida del paraíso original``. (Nota: Sobre este tema, ver el artículo de M. Eliade, ``La nostalgia del paraíso en las tradiciones primitivas,'' en: Idem, Mitos, sueños y misterios [Buenos Aires: Compañía General Fabril Editora, 1961] págs. 75-91.) El texto del libro del Génesis tiene por propósito explicar la presente condición humana, azotada por el sufrimiento, el trabajo y la muerte, como resultado del pecado contra Dios (3:16-19).
Según el relato, una vez que Dios hubo creado y colocado al primer hombre en el Paraíso (Génesis 2:7-15), le impuso a Adán (Eva no había sido creada aún) el primer mandamiento de la historia humana: ``De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio'' (v. 17). Sin explicar las razones de dicha prohibición (¿acaso Dios tenía celos de su propia creación? Cf. Génesis 3:22), el Creador le ordenó a Adán abstenerse de comer del ``árbol de la ciencia del bien y del mal'', implicando con ello que la consumición del fruto habría de concederle mágicamente el don de la sabiduría (cf. 3:5-6). (Nota: Este tema es particular a la narración bíblica y no aparece en ningún relato mitológico conocido del Oriente antiguo. Sin embargo, la idea misma que la consumición de un fruto u otro alimento era capaz de otorgar la vida eterna --otro tema que aparece en nuestro relato [ver 3:22]-, sí aparece en la literatura de la época. Como es el caso del mito acadio de Adapa, cuando engañado por el dios Anu, perdió la oportunidad de alcanzar la inmortalidad al rechazar el pan y el agua de la vida. Sobre este mito, ver J. B. Pritchard, La arqueología y el Antiguo Testamento [Buenos Aires: Eudeba, 3era. edic., 1970] págs, 230-237.) Luego de este episodio, el texto bíblico pasa a relatar la creación de la mujer (vv. 18-25), y no se vuelve a tratar el tema del fruto prohibido hasta la aparición de la serpiente en escena.
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