
Otra oportunidad
Por Marcos Aguinis
Para LA NACION
La Argentina, entre sus maravillas, cuenta con el hecho de que aquí nadie se aburre. Se suceden las desgracias, asustan los nubarrones, crece la inseguridad y se acaloran las angustias. Nunca faltan problemas, reales o inventados, grandes o chicos. Los habitantes padecen una perpetua taquicardia. No queda espacio para el aburrimiento. Eso no. Es un ?atroz encanto? imposible de ocultar.
Durante casi cuatro meses nos agitamos en torno de un conflicto que se pudo haber resuelto en pocas semanas. Pero parecemos condenados a seguir los letales libretos de un destino feroz, sin capacidad para evitarlo. Se les hizo un enorme daño al país y a sus habitantes, a la productividad y a la seguridad jurídica. Participaron factores diversos que son un manantial inagotable para especulaciones coloridas, superficiales y profundas, lógicas o tiradas de los pelos. Lo cierto es que la pulseada desgarró a la sociedad y mostró la anemia de nuestras instituciones. Produjo un acelerado retroceso, con la exhumación de palabras, consignas, amenazas y recursos que parecían disueltos en el sepulcro de la historia. Nos hizo saltar hacia el pasado. A producir confrontaciones de alto riesgo. A perder lo ganado en forma ardua desde la última crisis económica, política y social.
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