LA PERDIDA DE LA VIRGINIDAD Pilar Rahola


LA PÉRDIDA DE LA VIRGINIDAD,
por Pilar Rahola

Parecemos adolescentes de los de antes, cuando llegábamos pipiolos, inocentes y vulnerables a la pérdida de la virginidad. Acumulábamos cuatro lecciones de sexo aprendidas en el boca a boca clandestino, algún tocamiento de esquina y unas cuantas verdades absolutas que sólo servían para hinchar pecho y aparentar que estábamos preparados. Después de aquello, nada de lo aprendido servía y todo tenía que volver a ser preguntado. La pérdida de la virginidad resultaba ser, sobre todo, una caída del himen mental, la puerta de entrada de la madurez. Si me permiten la exótica metáfora, empieza a ser hora de dejar atrás esta adolescencia colectiva que vivimos con santa ingenuidad, abandonar los cuatro tópicos simples que nos han servido para obtener cómodas respuestas a incómodas preguntas, y brindar por la caída de la inocencia. Ya nos han matado mucho, tanto que algunas sandeces que aún se oyen en los micrófonos de la corrección política resultan algo más que grotescas: son un inequívoco ejercicio de irresponsabilidad.

La pérdida de la virginidad. Empecemos por el paternalismo que aún explica el fenómeno del terrorismo islámico como si fuera una rebelión desesperada de los parias del mundo. ¿Cuántas veces hemos podido leer, en sesudas y prestigiosas tribunas, que los hombres bomba que destripan personas en los restaurantes de Haifa o en los autobuses de Jerusalén son heroicos resistentes que no tienen nada que perder? ¿No hablamos aún de "resistencia" cuando nos referimos a la planificada estrategia terrorista de Al-Zarqawi en Irak? ¿No proyectamos una mirada comprensiva hacia la "lucha armada" de los grupos islamistas chechenos? ¿No mostramos una velada justificación, por la vía de la culpabilización estadounidense, de algunos ataques terroristas? Este paternalismo, sin duda consecuencia de nuestra mal llevada mala conciencia, aderezado con unas gotitas de estética revolucionaria y reforzado por la óptica antiamericana que contamina la visión europea, este paternalismo, decía, es, después del 11-S, del 11-M y de la matanza de Londres, el obstáculo que más patéticamente distorsiona nuestra capacidad de análisis.


Detrás del atentado terrorista, detrás del suicida no hay un desesperado, sino una tupida red logística, económica e ideológica que vampiriza causas legítimas, fanatiza hasta el puro nihilismo a sus seguidores y usa sus anuladas mentes para el objetivo superior de la revolución islámica. Los verdaderos resistentes palestinos no son los integristas de Hamás, que capturan a niños de ocho años para convertirlos en adolescentes bomba y cuyas millonarias fuentes de financiación hay que buscarlas en algunas fortunas que cotizan en Kuala Lumpur y en los despachos opacos de algunas dictaduras del petrodólar. Los resistentes palestinos son los que luchan democráticamente por su causa, enfrentándose incluso al fanatismo integrista. Los verdaderos resistentes iraquíes no son los degolladores de personas, sino los que fueron masivamente a votar a pesar de la amenaza de muerte.
LEER EL TEXTO COMPLETO