LA EXTRANJERA


LA EXTRANJERA
Esther Bendahan

Hay milagros, aunque nos resulta difícil creer en ellos. Sí, también para los incrédulos hay ocasiones en las que milagro es la única palabra que puede explicar un acontecimiento o suceso. Así lo sienten las miles de personas que recientemente se acercaron a zorear (como se llama en la tradición judía al peregrinaje a las tumbas de los santos) a La Extranjera, La Ghriba.

El milagro del respeto y la convivencia sucede cada año, al principio del verano, en la isla tunecina de Djerba, un oasis situado en el golfo de Gabes. Allí peregrinan mujeres judías y musulmanas, allí se juntan, unas con pañuelos y otras sin él, todas con el rostro enrojecido por la emoción y muchas con el pelo encrespado por la brisa del Mediterráneo. Caminan juntas estas mujeres y hablan el idioma de lo cotidiano, las jóvenes con sus hijos en los brazos, las más ancianas apoyándose en brazos generosos.

La Ghriba es una sinagoga de la isla de Djerba donde se sitúa la tumba muchas veces centenaria de una santa judía a la que veneran judíos y musulmanes, en lo que también es una manifestación del culto ancestral de lo femenino entre los pueblos Hara Kebira y Hara Seguira. Que la santa sea mujer, judía y que la recuerden entre otros muchos musulmanes y judíos es lo que singulariza la celebración.

¿Quién era La Ghriba? Es importante señalar que en el judaísmo la palabra santo -tzadik- viene de la palabra justicia, así que más que a quien ejecuta un fenómeno inexplicable según las leyes de lo real, se refiere a la idea de persona justa y cuya elevación a la santidad surge de la conciencia popular. No estamos, pues, ante lo que sucede en el catolicismo, que en este asunto es mucho más formal y donde puede llegarse a solicitarse santidad a personajes como la reina Isabel La Católica -una santidad cuestionable según el concepto de justicia-.

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