Los secretos de la hermanastra de Ana Frank



Esa tarde cuando leyó el diario escrito con letra apretada no se sorprendió, ni siquiera sintió pena ni sorpresa, nada. Más tarde, mucho más tarde, un sentimiento que la persiguió durante varios años se adueñó de su hambreado cuerpecito: era enojo, ira, bronca, lo mismo que había sentido cuando volvió a pisar las calles nada inocentes de la eterna Amsterdam.

La señora Miep Gies, la guardadora de los Frank en su casa durante la carnicería hitleriana, había encontrado el diario de Ana y se lo había dado a su padre, Otto, único sobreviviente de la familia después de que los nazis la deportaron al campo de exterminio de Bergen Belsen, cuando la niña tenía 13 años, donde murió de tifus poco antes de la liberación.



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