ACTUALIDAD ARGENTINA Marcos Aguinis

Ya no alcanza con la denuncia y la queja

Por Marcos Aguinis
Para LA NACION
Las enfermedades, tanto biológicas como sociales, tienen un período de incubación. No estallan de súbito. Esto también se aplica a una patología gravísima llamada violencia que, en la Argentina, está levantando más temperatura inflacionaria que la económica.
Hace años que se predica en el desierto contra su peligro creciente, que se exigen correcciones eficaces al amplio abanico de su etiología múltiple. Hace años que se mencionan los factores que la alimentan: anomia, pobreza, desocupación, policía desacreditada, justicia garantista, droga, corrupción en todos los niveles e intereses políticos espurios.
Ni por asomo hay una política de Estado contra la inseguridad, que ya debía haberse puesto en el comienzo de todas las agendas. Ocurre que tampoco hay política de Estado para ningún sueño argentino. Ni para la educación, ni para la salud, ni para recuperar las corrompidas instituciones, ni para estimular las inversiones que abran nuevos puestos de trabajo, ni para un desarrollo sin coimas, ni para lograr la pacificación de los espíritus, ni para dar majestad y credibilidad a la Justicia, ni para realizar una eficiente reforma política, ni para aumentar la seguridad de los ciudadanos.
Esta carencia evidente y ensordecedora, llena de culpables, diluye la esperanza nacional. Por eso miles de millones de dólares argentinos huyen mensualmente de nuestro país y por eso huyen los jóvenes y los mejores hacia otros rincones del planeta.
Los debates de gallinero que caracterizan los últimos años de la política argentina no han incorporado la exigencia de poner en marcha políticas de Estado. Ninguna. Así como se negó la amenaza de la crisis energética, y se negó el siniestro regreso de la inflación, se negó que la inseguridad deba ser objeto de un tratamiento raigal.
Desde ideologías gatopardistas -con maquillaje progresista, pero el trasero adherido a poltronas arcaicas- se han bloqueado los tratamientos de fondo con la excusa ridícula de no "criminalizar la pobreza". ¿Criminalizar la pobreza? ¿No hay pobres honestos y de sólida moral? ¿no hay ricos ladrones y asesinos? ¿Los carteles de la droga están en manos del proletariado? ¿Somos tan giles para tragarnos semejante obviedad?

Para continuar la lectura clica aquí