
LA TORRE DE LAS HORAS
Los gestos de ZP
Zapatero necesitaba algún guiño progre hacia los sectores más sensibles con la inmigración
Pilar Rahola
O Zapatero es un estratega tan fino que escapa a la escasa sutileza de los simples terrenales o un titiritero que improvisa con la suerte de los jugadores de póquer. En cualquier caso su política exterior adolece de estrategia, tanto como excede de gestualidad populista.
Los dos últimos episodios de política internacional que ha protagonizado obligan a pensar en una incapacidad grave para dibujar una política propia, rigurosa en las formas, comprometida en los fondos y precisa en los objetivos. Pero en cambio, obligan también a reconocer que ZP es muy hábil en el manejo de las fotos y que, si no tiene un máster en geopolítica, lo tiene, sin duda, en dominio mediático.
Véanse sus dos últimos gestos internacionales: por un lado, la renovada amistad con un Hugo Chávez en caída libre, justo después del escándalo del informe de la Interpol, que lo implica en la financiación de las FARC; por el otro, los inusitados exabruptos contra la política italiana de inmigración, que ha provocado una ruidosa polémica en el cercano país.
Es decir, en la misma semana, Zapatero ha enviado dos mensajes en una doble -y coincidente- dirección: recuperar la relación con el gurú de la extrema izquierda sudamericana y dar de palos al gurú de la derecha europea más extrema. Dos mensajes, pues, que tranquilizarán los ánimos de la progresía más pendiente de la pureza ideológica del presidente. ¿Es una casualidad, fruto de la improvisación de maese Moratinos? ¿O estamos ante una peculiar planificación estratégica?
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