
Viaje al corazón de los gauchos judíos
Quien visite en Entre Ríos las colonias levantadas en las tierras del barón Hirsch, a fi nes del siglo XIX, encontrará sinagogas,casas y estaciones de trenes convertidas en museos y cuidadas por descendientes de quienes llegaron huyendo de pogromos
Sentía mucha curiosidad por recorrer las huellas de las colonias judías de Entre Ríos, inmortalizadas por Alberto Gerchunoff en el célebre libro Los gauchos judíos . Ya no hay rastros de Rajil, la aldea en que situó su relato, pero de otros pueblos quedan numerosos y valiosos vestigios. El de Gerchunoff fue un texto de gran impacto en el siglo XX, al punto de convertirse en una exitosa película de la mano de Juan José Jusid, en 1975. "Los judíos sembraron trigo y cosecharon doctores", dice Nito Gorskin con una sonrisa, para explicar por qué las colonias fueron desapareciendo progresivamente durante el siglo pasado. Nito es hijo y nieto de colonos, y hoy está dedicado a mantener viva la memoria desde el Museo Judío de Concordia.
Los gauchos judíos fue un texto elaborado en tiempos del Centenario con la idea de proyectar la asimilación del inmigrante judío en la cultura nacional. Su recorrido idealiza la gesta de aquellos colonos que, escapando de las agresiones (pogromos) en la Rusia zarista de fines de siglo XIX, crearon de cero sus aldeas en tierra entrerriana. En el libro de Gerchunoff las miserias se sobrellevan con hidalguía y el resultado del esfuerzo es la argentinización del colono. En cambio, existen otros textos sobre el mismo tema que develan el costado traumático de la experiencia, que no tuvo un tránsito ni un final necesariamente felices. Los tres volúmenes del libro de Marcos Alpersohn, Colonia Mauricio son un ejemplo de esto.
Con estos textos en mente, el plan era aprovechar la última Semana Santa -en familia y con amigos-, para recorrer las colonias y hablar con la gente que conoce aquella historia de primera mano. Villa Clara, Villa Domínguez y Basavilbaso son los tres ejes principales de un recorrido por el centro rural de la provincia de Entre Ríos. Allí compró el barón Mauricio de Hirsch unas 270.000 hectáreas para su emprendimiento colonizador.
Solo calificaban para convertirse en colonas las familias con dos hijos varones, aunque muchos se sacaban años o anotaban como varón a una hija mujer para poder ingresar. Se les entregaba un terreno para una casa, más una parcela de campo sin ningún tipo de infraestructura (desde 50 a 150 hectáreas, según la conformación familiar). Al comienzo la obtención de tierras fue sencilla, pero con la muerte de Hirsch y de su mujer, Clara Bischoffsheim, en 1896 y 1899 respectivamente, las condiciones establecidas por los administradores de la Jewish Colonization Agency se endurecieron.
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