PARTIR SIN SABER Guillermo Jaim Etcheverry

REFLEXIONES

Guillermo Jaim Etcheverry


Hace algún tiempo, contemplando los objetos que me rodean me sorprendí al comprobar cuántos de ellos no habían llegado a conocer a algunos seres queridos, ausentes desde no hace mucho tiempo. Esa reflexión me condujo a advertir las enormes diferencias que habrían encontrado no sólo en su entorno, sino entre el mundo en el que vivieron y el actual. Se sorprenderían por la aparición de políticos sobre cuya existencia poco conocían. Se preguntarían qué se dicen de tanta importancia, y que antes no se decían, las personas que hablan por teléfono mientras caminan o conducen sus autos. No podrían dar crédito a sus sentidos al mirar los programas más exitosos de la televisión, ya que casi no comprenderían el lenguaje que utilizan. Y así podría continuar la enumeración de experiencias que no vivieron, de realidades de hoy que ignoraron y que ni siquiera imaginaron.

Mientras sobre esto reflexionaba, llegó a mis manos un texto de Javier Marías en el que expone ideas similares. Recordando a un escritor amigo desaparecido, señala la dificultad que siempre existe en “imaginarse a las personas con la edad que no llegaron a alcanzar; todas quedan fijadas en la de su terminación. Pero no es sólo la edad, y quizás una de las razones por las que hoy tenemos menos presentes a los muertos, o convivimos menos con ellos que en cualquier otra época conocida, es por la aceleración del tiempo, o por la sensación de que todo se aleja pronto”. Esa velocidad vertiginosa que hoy caracteriza a nuestras vidas hace que nos parezcan muy lejanos acontecimientos que, en realidad, no lo son. Eso nos impulsa, como dice Marías, “a relegar más de la cuenta a los que ya no están. El mundo cambia a tal velocidad que cualquiera que de él se apee es convertido en pasado con más celeridad que nunca; quiero decir, en pasado remoto”. Por eso, son cada vez menos las vivencias que compartimos con los ausentes, con quienes, aunque eran nuestros contemporáneos, parecen haber dejado de serlo. ¡Es que desde que se fueron, casi ayer, ha sucedido tanto!

Estas reflexiones del escritor español son el eco de una honda reflexión sobre el proceso de las nostalgias, imposible de reproducir aquí, incluida en su novela Veneno y sombra y adiós, con la que cierra su trilogía Tu rostro mañana. Dice en un párrafo: “A nuestro muerto más querido no podemos evitar mirarlo un poco de arriba abajo, más al cabo del más tiempo que va haciéndolo más caduco, no sólo con pena sino con lástima, sabedores de que no se ha enterado –oh, fue un iluso– de cuanto sucedió tras su marcha, mientras que nosotros sí estamos al tanto… no vio ni oyó nada. Murió en el engaño, como todo el mundo, sin saber nunca lo bastante”.

PARA COMPLETAR LA LECTURA CLICA AQUI