
TRUMÁ 5768
Éxodo 25:1 – 27:19
9 de febrero de 2008 – 3 de Adar Alef 5768
Por el Rabino Pablo Berman
Comunidad Israelita de El Salvador
Todos hemos jugado alguna vez al juego de las diferencias. Se acuerdan, ¿no? Dos imágenes aparentemente iguales, que en realidad no lo son. Una guarda respecto de la otra alguna diferencia. Si las miramos rápidamente no notaremos diferencia alguna, pero si las observamos con detenimiento, fijando nuestra vista en cada detalle e intercambiando la mirada de una imagen a la otra, comenzaremos a notar los errores.
El otro día me encontré con esta frase: "los otros no son más que tus espejos, es decir, no puedes amar u odiar algo en otra persona a menos que refleje algo que amas u odias en ti mismo." Me pareció interesante esta máxima, con la que podemos o no estar de acuerdo. Por eso les hablaba del juego de las diferencias. Comparamos los dibujos para encontrar los errores que tiene la otra imagen. Siempre es la otra imagen la que contiene los errores, las diferencias; nunca, nuestra imagen. Llevándolo al terreno de las personas, siempre es el otro, el que tengo frente a mí, quien está equivocado, el que contiene en sí mismo todos los errores. Nunca yo. No mi imagen.
Di's le indica a Moshé, pieza por pieza, cómo debería construir el Mishkán, el Santuario, en donde según las palabras de Di's, Él mismo habría de residir. "Ve asu li Mishkan ve shajanti ve tojam", "y me harán un santuario y residiré en medio de ustedes." El Santuario no sería un espacio vacío, sino que sería completado con una serie de elementos cuya construcción Di's también habría de explicar a Moshé. Un arca de madera, para guardar allí los Diez Mandamientos, una mesa de madera para el Lejem hapanim y una menorá de oro. "Ve asita menorat zahav tahor, miksha teasea hamenora". Harán una menorá de oro puro, miksha de una sola pieza será; "lo juliot juliot", dicen los sabios judíos, no de muchas partes separadas sino de un solo cuerpo, y toda la menorá de oro puro.
Rabí Najman de Bratzlav nos cuenta esta historia sobre una menorá de oro.
Cierta vez, un joven dejó a su padre y habitó en una tierra lejana durante muchos años. Al retornar a su hogar se jactaba de lo bien que había aprendido allí el arte de hacer candelabros. Le pidió a su padre que invitase a todos los maestros artesanos de ese oficio de la ciudad, para demostrar así su habilidad.
Su padre invitó a todos los maestros artesanos para que viniesen a comprobar la destreza que su hijo había adquirido durante el tiempo en que estuvo lejos. Pero cuando el hijo mostró una de las menorot que él había hecho, todos pudieron ver que era muy fea. Más tarde, el padre fue a ver a los artesanos y les pidió que le dijesen la verdad. Dado que no tenían otra opción más que decirle la verdad, le dijeron que la menorá era muy fea.
Poco después, el hijo se jactaba delante de su padre, "¿Ves la sabiduría de mi oficio?"
El padre le respondió que los artesanos la consideraban de muy bajo nivel.
El hijo le dijo: "Todo lo contrario. Con esta menorá yo he demostrado mi habilidad. Yo les he mostrado a cada uno de ellos sus propias faltas. He incluido en esta menorá todos los errores de todos los maestros artesanos locales. Tú no comprendiste cómo es que uno consideraba que una parte era fea mientras que otra parte la consideraba muy bien hecha.
Otro, sin embargo, consideraba esa misma primera parte como hermosa y maravillosa, mientras que para él, era la segunda parte la que estaba muy mal hecha. Esto es verdad respecto de todos ellos. Lo que uno considera malo, es bueno para otro y viceversa. He hecho esta lámpara a partir de los errores y nada más, para demostrarles a todos ellos que no poseen la perfección. Cada uno tiene una falla, dado que lo que es hermoso para uno es deficiente para el otro. Pero yo puedo, si así lo deseo, hacer una menorá perfecta."
Yo he demostrado a cada uno de ellos, repitió rabí Najman, sus propias faltas, y con el error de cada uno, he construido esta menorá. Nadie por sí solo puede poseer la perfección. Cada uno de nosotros posee una parte de esa perfección. La menorá de Moshé era perfecta; por eso fue posible construirla de un solo cuerpo, de una sola pieza. Cada uno de nosotros tiene fallas, dado que lo que es hermoso para uno, es deficiente para el otro. Pero también cada uno de nosotros posee una parte de la perfección. Tratemos de unir una a una todas estas partes y transformarlas en una menorá de un solo cuerpo, que proyecte su luz a nuestras vidas y a todos y cada uno de los seres que amamos.
Shabat Shalom Umeboraj.
Comentarios de Parashat Hashavua escritos por los rabinos de la Unión de Congregaciones Judías de Latinoamérica y El Caribe